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La cultura y los eventos en streaming ¿herramienta o mendicidad?

 

El año 2020 será recordado en la historia por muchos motivos, la mayoría de ellos relacionados con la situación que estalló a lo largo del primer trimestre. Sociedad, economía, medicina, tecnología… Estos, entre otros campos, han tenido que adaptarse, mediante la implementación de medidas radicales, al nuevo estilo de vida autoimpuesto desde entonces por el ser humano. El mundo de la cultura y, en concreto, el panorama musical, no han sido una excepción.

Durante los meses de marzo y mayo del año 2020, el sector de la cultura tuvo que ajustarse a las necesidades de la población. Desde finales del mes de marzo se certificó un aumento en la demanda audiovisual que, según la consultora Barlovento Comunicación, pasó a ocupar el espacio de 232 minutos al día por persona. En ese aspecto no solo los medios tradicionales, tales como radio o televisión, eran los protagonistas. Entre las generaciones más jóvenes primó el uso de plataformas de contenido audiovisual en streaming tales como Netflix (plataforma de películas y series), Amazon Prime (plataforma de películas y series), Ivoox (plataforma de podcast), YouTube (plataforma de vídeos) o Twitch (plataforma de contenido audiovisual en directo), entre otras.

Esta última plataforma, Twitch, fue el lugar en el que gran parte de la población más joven invirtió su tiempo libre en las horas de incertidumbre. Muchos de ellos, de hecho, encontraron en esta aplicación de streaming su salida a los momentos de duda y soledad que se vivieron en esos meses y, gran parte, continúan siendo usuarios. Pero, ¿qué es Twitch?

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El boom de Twitch

Twitch es una plataforma online de contenido audiovisual en streaming —una aplicación, mediante la cual se puede retransmitir en directo cualquier tipo de contenido desde cualquier punto del planeta con la necesidad, tan solo, de una cámara, un micrófono, una computadora y conexión a internet—. Nació en 2011 como subdivisión para la transmisión en vivo de esports deportes electrónicos— de la página de streaming justin.tv y su éxito fue inmediato. No paró de batir récords de audiencia de manera consecutiva, algo que llamó la atención a Amazon, que la compró en 2014 por 970 millones de dólares. A partir de entonces continuó su crecimiento exponencial, siempre muy ligado a los videojuegos y a los esports. Con el incremento de la demanda audiovisual de 2020, vivió un boom y una evidente diversificación de contenidos que, si bien ya empezaba a ser cada vez más clara, aumentó a pasos forzados. Sus datos son demoledores: 140 millones de usuarios activos al mes, 30 millones de visitas diarias y un 70% de audiencia de entre 16 y 34 años.

Pese a la existencia desde hacía más de 10 años tanto de YouTube, como de otras plataformas de contenido audiovisual que cumplen una función similar, Twitch experimentó un aumento de tráfico a partir de los meses de cuarentena muy por encima del resto de sus competidores.

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La cultura en tiempos de pandemia

Este nuevo método de difusión cultural nos trae un debate muy discutido desde entonces. ¿Es positivo para nuestro sector crear cultura «gratuita»?

Precisamente, hace justo un año, se reabría un debate en torno a la gratuidad de la cultura. Tras varias semanas de confinamiento, los trabajadores de este sector comenzaron a ofrecer servicios gratuitos de su trabajo. Conciertos, clases, charlas y entrevistas comenzaron a ser habituales en las redes sociales de los artistas que veían cómo sus eventos eran cancelados o pospuestos de manera indefinida. Entre las diversificaciones que se comentaban acerca del abanico de contenido de Twitch, la cultura y, en concreto, la música, comenzaron a tomar un protagonismo bastante potente, al igual que en otras plataformas como YouTube, Instagram, TikTok o FacebookTV.

En este punto es donde se generó el gran conflicto sociopolítico acerca de si este proceder era correcto o generaba aún más precariedad en el mundo de la cultura. El problema, a nuestro juicio, no está tanto en el método elegido para compartir un trabajo de los anteriormente mencionados, si no en si este trabajo está o no remunerado.

Hay muchos ejemplos de cómo la industria del entretenimiento se ha adaptado a la nueva situación sin perder su condición de trabajo. Es decir, si un programa de televisión, radio, podcast o canal de cualquier plataforma de contenido audiovisual online decidió incrementar su producción durante la cuarentena —o desde entonces— no lo hizo perdiendo su condición de trabajo remunerado, sino que lo hizo adaptándose a la demanda popular que, en ese preciso momento, se había visto incrementada por motivos de mercado. Pero lo que se hizo desde el mundo de la cultura, en muchos casos, fue proporcionar un material de manera gratuita que, si no hubiese sido por las restricciones, se hubiese llevado a cabo en un espacio físico y, en su gran mayoría, con un cobro de una cuantía a modo de entrada para poder disfrutarlo. Pese a que esto haya sido la norma, hay que destacar a aquellas iniciativas privadas o entidades públicas que continuaron pagando a los artistas por sus espectáculos, pese a emitirse de manera telemática. En Asturias destacaron los casos de los ayuntamientos de Oviedo y, sobre todo, Mieres, que mantuvieron una amplia parrilla cultural, pese a las circunstancias, apoyándose en el uso de plataformas digitales online.

A raíz de este debate interno, prosperó la iniciativa #ApagónCultural. Esta protesta surgió en el seno del gremio actoral y pronto se extendió a otros sectores de la cultura. Este movimiento puso algo muy importante encima de la mesa: ¿es la cultura un bien de primera necesidad? Esto es algo que solo los consumidores pueden responder mediante su decisión de en cuánta cantidad y, sobre todo, de qué manera conseguir dicho bien.

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¿Y ahora qué?

En vista de los datos previamente mostrados, es indiscutible que la capacidad de difusión que tienen las plataformas de contenido audiovisual es muy grande, y esto lo han apreciado gran cantidad de artistas del mundo de la cultura. Sin embargo, es inevitable no pararse a valorar si esto es una herramienta que ayude a compartir el trabajo o si se trata de un handicap que pueda precarizar, aún más, la labor de los trabajadores del gremio. Probablemente es una duda que vaya a perdurar bastantes años, pero está claro que el año 2020 ha generado un debate global acerca de este aspecto y que marcará el devenir de la cultura en los lustros venideros. Las plataformas de contenido audiovisual en streaming pueden ser tan útiles como peligrosas para nuestra labor, y solo está en manos de los implicados, trabajadores y audiencia, que sea bien una herramienta a incluir dentro de las posibilidades de difusión de la cultura o bien un parásito que termine, poco a poco, con la remuneración del sector.

En el caso de nuestra banda, una vez se levantó el estado de alarma el 21 de junio de 2020, retomamos la actividad realizando numerosos conciertos con la agrupación al completo en diferentes enclaves de nuestra ciudad a lo largo del verano. Después del periodo estival, la Banda de Música de Gijón/Xixón concretó un plan de acción que cumplía con las medidas sanitarias. Desde el pasado otoño estamos llevando a cabo un ciclo de conciertos que hemos denominado Píldoras Musicales, con grupos de cámara conformados por integrantes de la banda que están recorriendo distintos espacios municipales de la ciudad, continuando así la actividad cultural y cumpliendo con todas las medidas y protocolos sanitarios para llevar al público una #CulturaSegura —idea que se ha convertido en mantra del sector en los últimos meses—.

Sin embargo, pese a haber optado por las actividades presenciales, no nos ha quedado más remedio que recurrir a herramientas digitales para proseguir con nuestra actividad. Hemos grabado nuestros ensayos y conciertos y también hemos mantenido un contacto mayor que nunca mediante las aplicaciones de mensajería instantánea para informar a los integrantes de nuestra agrupación acerca de la dirección musical y de la coordinación de la banda. Por otra parte, seguimos planteando nuevas alternativas para promocionar nuestra actividad, como la posibilidad de emitir conciertos en streaming para llegar a más público —ya que el aforo actual se ha visto notablemente reducido— o la creación de este blog para compartir artículos que, desde nuestro punto de vista, pueden ser tan interesantes como relevantes. Probablemente no nos quedemos ahí y sigamos haciendo evolucionar nuestra actividad en los campos que la tecnología nos ofrece. Por el momento, esperamos que esta nueva conexión de la banda con nuestro público sea una aventura que nos lleve a crecer tanto a los productores de contenido como a las personas que lo reciben.

Rubén Sánchez Díaz y Xulián Suárez Flórez

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